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martes, 15 de marzo de 2011

La competitividad en el fútbol y en la sociedad

La competitividad excesiva o mal entendida es perjudicial, aunque no lo parezca, hasta en el fútbol. Esa errónea estrategia de intentar ganar los partidos aún desde fuera de la cancha y a costa de lo que sea, me parece propia de una exacerbada actitud que deviene en, como mínimo, falta de respeto y escasa educación del actor.

Querer influir en el juego desde fuera es hacer trampa, aún sin insidiosas manifestaciones que pretendiesen modificar, en cualquier sentido, la igualdad que debe concurrir en el deporte noble y bien entendido o en la sociedad ética y laica, estado ideal de la misma y que cada quien tenga su confesión.

Ese exceso de competitividad que molesta al aficionado al deporte, perjudica seriamente la salud social y por ende de quien lo ha de sufrir en el trabajo o fútbol y en el desarrollo cotidiano de la vida, en actitudes prepotentes, abusivas, racistas, xenófobas, provinientes de aquel que tiene poder, o lo detenta.

En fin, que no es actitud apropiada para la buena educación de la ciudadanía. Aunque se admiten opiniones en contra, razonadas, eso sí.

"Cuanto mejor sería (citando a D. Pedro de Silva C-J) una cultura que separara la destreza y utilidad en un trabajo del que se vive, y la educación para volar alto en los dominios de la inteligencia y el arte" 

Frente al anclaje en la conservadora competitividad, está la maravillosa utopía, que sabiendo que es tal, hay que perseguirla denodadamente; da más fruto que ese conservadurismo, que es desear que nada cambie, normalmente porque el conservador tiene una situación que cree privilegiada frente a sus vecinos, de ahí que tema al cambio natural.

El asunto se complica si su conservadurismo se radicaliza, por ejemplo en forma de, persona que crea que el capitalismo es el régimen económico ideal, se pase al neoliberalismo más radical o al competitivismo "amourinhado", futbolísticamente hablando. Se puede ser conservador pero no institucionalizarse en él ni radicalizarse.

De todas formas el peligro está, cuando se apoyan flamígeros libelos que torticeramente editados, atacan la línea de flotación de las instituciones (futbolísticas o estatales) y sociedad (en general o futbolística), utilizando a los descontentos y correligionarios de forma sibilina, en beneficio de políticas (de equipo o de partido político) y nunca en bien del público en general, sino en una parte de él.

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