Siguen haciéndonos creer que el mundo debe moverse por el egoísmo personal, o sea por el dinero y la competitividad.
Cierto periodista del diario El Comercio dice que la autopista del Huerna va a arreglarse enseguida porque es privada.
Van a decirnos también que la gota fría valenciana no se trató debidamente porque la Administración Pública fue lenta.
Llegaron más lejos: Mejor sin Administración, o eso insinuaban con las consignas: "El pueblo salva el pueblo" o "todos los políticos son iguales"
La rapidez en las respuestas a las desgracias ambientales y otras relacionadas tanto con empresas como con Administraciones Públicas, dependerán en gran medida de la eficacia y responsabilidad de las personas al frente de ellas y de los medios de que dispongan, no intervendrá que la propiedad sea pública o privada.
Hay que ir aceptando que el mundo no se debe mover por el dinero, esa forma de movilidad es una perversión del sistema económico hegemónico y de la organización social consecuencia del mismo.
El mundo ha de moverse por el bien común, no por el bien de una minoría, por muy rica y poderosa que sea. Esta injusticia no se sostendrá mucho tiempo. Es más, en cuanto el pueblo deje de deseducarse con mentiras, bulos y adoctrinamientos, en cuanto se cultive al ciudadano como tal y no como un trabajador consumidor, el bien común será el motor del mundo.
Que el dinero o mejor dicho, la acumulación excesiva de éste, para convertir ese poder económico en poder político, social y hasta militar, nos ha traído hasta aquí: desigualdad social, guerras, miseria y hambre para un elevado porcentaje poblacional y más allá, con el impulso de este sistema, el deterioro medioambiental, nos echará del planeta, que ya está avisando descaradamente. Porque ser todos más ricos es imposible, aunque más felices sí, la mercantilización global es un error.
Una gran parte del mundo vislumbra el final del neoliberalismo económico o capitalismo salvaje que nos acogota, aunque no acabe de llegar la alternativa, porque se está fraguando. Se va comprendiendo la falsedad del crecimiento económico constante y el atentado contra la sociedad de la competencia o competitividad, cuando el ser humano es un ser social y por tanto, cooperador y colaborador nunca competidor.
Comprenderemos la mayoría finalmente que el dinero es un simple medio de pago y no un fin en si mismo. Una vez desenmascarada esta perversión del sistema, hará caer la financiarización, que parasita la economía productiva, lucrándose de ella y por tanto, de todos nosotros.
Dicho de otra forma, dejaremos de llamar economía a la crematística, que practican los mercados financieros.
Alternativa ya hay, su puesta en marcha es lo que retrasa el abandono del capitalismo salvaje.
Primero debe creer en ella la población, pero para eso hay que realizar una tarea pedagógica que como tal es lenta, muy lenta, pero llegará sin duda. Muchos grupos sociales están buscando sistema económico alternativo y además sostenible.
En otro caso, si no hallamos la alternativa y seguimos sacrificando el medioambiente, este nos echará del planeta, porque acabaremos con las condiciones mínimas de vida humana en él.