El algoritmo que creó la empresa privada y que maneja las redes sociales, más bien nos pone frente a los que pensamos igual, nos juntan en rebaño, clasificados por ideología, preferencias, gustos o simpatías.
El algoritmo no tiene porqué ser privado
Quizás si lo hubiese creado el común, que no lo público (que no son lo mismo aunque se parecen) nos habrían puesto además frente al distinto, al opuesto o al contrario, ante un mismo y puntual tema o ámbito temático en busca, sin clasificarnos por las ideas preferencias, simpatías o gustos.
La primera opción clasificatoria nos aísla entre iguales, impidiendo que el diálogo con el distinto nos enriquezca, amplíe nuestros horizontes de conocimiento del otro y de nosotros mismos por comparación.
Pasa lo mismo con la enseñanza privada y la pública, la primera te junta a los iguales, la segunda con los distintos, diversos, con lo que el conocimiento por comparación mencionado existe solo en ésta última.
Por otra parte la empresa privada que maneja el algoritmo de las redes sociales, nos quiere para que compremos, para mercar con nosotros y nuestros datos y en fin, para dirigirnos mediante la segmentación de gustos, ideas, preferencias y simpatías. Es decir, nos adoctrinan de manera interesada, igual que hace la escuela privada.
Cambiar el objeto de las redes sociales
Hay que cambiar el objetivo del algoritmo, creando redes sociales desde lo común, mejor que desde lo público, para que al igual que en la enseñanza, no nos lleven a su particular doctrina.
En lugar de fomentar la emprendeduría (para que todos seamos empresarios) y la digitalización, deberían facilitar (aquí sí) desde lo público (Administración del Estado) las herramientas necesarias para crear redes sociales comunes, no privadas y que desde lo común se implementaran de la manera que asambleariamente decidiera este común.
Parece complicado así dicho en frio, pero sería realmente innovador y establecería una competencia con las redes sociales privadas, que tanto gustaría al "mercado libre" que preconizan los de lo privado.
En fin, que necesitamos redes comunes sociales, al igual que necesitamos banca pública, donde no nos dirija el algoritmo o la empresa privada que está detrás, sino lo común, todos y cada uno de nosotros, en diálogo abierto, simplemente con los límites de la buena educación y la ética, límites de los que no hacen gala algunos políticos que nos dirigen.
Se evitaría la venta de datos de los usuarios y su utilización torticera si esas redes estuvieran controladas por lo público, bajo las directrices asamblearias de lo común. Y la utilización de ellos solo sería para fines comunes no privados.
Se fomentaría más la cultura y menos los baratos populismos que embrutecen más que educan, desde auténticos valores humanos no valores mercantiles puros y duros, que son los que ahora nos manejan. Esta sería claramente otra forma de lucha contra el sistema económico hegemónico que nos acabará matando a todos, si antes no acabamos con él.