Una economía para las personas, no para el beneficio empresarial.
La economía tiene como objetivo las personas, la crematística el beneficio empresarial.
Léalo aquí
Veinte puntos de la Economía del Bien Común
Una economía para las personas, no para el beneficio empresarial.
La economía tiene como objetivo las personas, la crematística el beneficio empresarial.
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Veinte puntos de la Economía del Bien Común
La competitividad fiscal autonómica, no es una forma de medir el bienestar social, que a la postre es lo que nos interesa a los habitantes en Asturies. Eso sí, indica a los empresarios y ricos del país donde deben ir con sus fondos monetarios y empresas.
Tendrían que implementar de igual forma un indice del bienestar social para que se pudiera comparar esa competitividad en el bienestar social autonómico.
Vivimos en sociedad y lo que preocupa a las élites que nos dirigen es la fiscalidad, en lugar del bienestar social. ¿De verdad que lo que preocupa a la gente es esto?
¿Usted cuando vota no lo hace pensando en vivir mejor? Yo sí. Y me importa una mierda la fiscalidad si mi calidad de vida aumenta año a año, siempre que dicha fiscalidad no me ahogue, claro.
De ahí que, por otra parte, deberían publicar el índice de pobreza por autonomía, a ver que relación tiene con ese otro, tan importante para empresarios y adinerados y mucho menos para el resto. Además también habría que medir, porcentualmente, quienes pagan más los ricos o los pobres, porque eso es importante en relación con el bienestar social.
Como se puede manejar en todo la competitividad, cuando somos seres eminentemente sociales y la cooperación y la colaboración deberían ser lo importante, no la competitividad en nada que no sea el deporte, competitivo de por sí.
Además esa competitividad fiscal lo único que fomenta es la productividad empresarial y esto conlleva más consumo, en este mundo finito (Más materias primas y más desperdicios) ¿Vamos a seguir compitiendo hasta que acabemos con él?
Hay que buscar la alternativa al sistema económico.
La economía hay que enseñarla desde el principio, a los niños, porque la economía no es lo que utilizan las empresas para ganar dinero, que es a lo que se dedican todas las de capital. Eso es crematística y no ayuda a la comunidad, solo al empresario que la practica, olvidándose de todas las personas que rodean su empresa.
El concepto de economía se acerca mucho más a la actitud de las amas/os de casa, las administradoras de los bienes y servicios de las familias, que a las mencionadas técnicas empresariales alejadas de la economía y muy cercanas a la crematística.
La administración democrática de bienes y servicios está más cerca de la economía doméstica que de la empresarial.
De ahí se desprende que el feminismo no esté bien visto por los neoliberales, porque las féminas son más partidarias, por educación familiar, de la administración de bienes y servicios de forma democrática, que de técnicas crematísticas, mucho más capitalistas y poco democráticas. La desigualdad, subproducto del capitalismo, es demasiado dañina socialmente y lo saben.
Por otra parte utilizando la economía en lugar de la crematística, la democracia entraría en las empresas, hecho este que en España se lleva evitando desde siempre y con una patronal poco democrática, o sea, que no cree en el poder del pueblo.
Y en cuanto que los profesores de las Facultades de Crematística, comiencen a ser mayoritariamente mujeres, dichas facultades se convertirán realmente en Facultades de Económicas.
Con lo que saldrá beneficiada, sobre todo, la democracia. Fíjense como la economía doméstica y el feminismo "puxan" la democracia.
La presión en las empresas y el consumo
Supongo que a estas alturas del siglo, somos casi todos (una mayoría) conscientes de que las grandes empresas, las denominadas supranacionales, gobiernan en el mundo.
Han creado esos empresarios que hay detrás de todas las supranacionales, un hábitat ideal para el desarrollo de sus "monstruos empresariales" que ya pasan por encima de los gobiernos de todas las naciones.
Es decir, que nuestro sistema económico, en franca desaparición por colapso del mismo, está esperando destino. Destino que no está determinado, pero es determinable.
Influyen, esos empresarios, en las elecciones que a priori serían democráticas, con las redes sociales que controlan y con la IA (Inteligencia Artificial) de su propiedad, atacando descaradamente la democracia que nos hemos dado desde el pueblo.
Por lo dicho está claro donde hay que ejercer la presión social, siempre de abajo a arriba, que es la forma eficaz y democrática de hacerlo. En las empresas y en nuestro consumo.
Las empresas, sobre todo en nuestro país, son el ámbito donde se ofrece más resistencia a que entre la democracia. Cuando hay fórmulas democráticas empresariales como las cooperativas.
Eso de que son un feudo privado, donde la política y por ende la democracia, no puede entrar es una auténtica mentira, una falsedad social, como tantas otras que nos quieren inculcar machacando desde los medios de información y educación.
Por otra parte hay que educar en el consumo: No consumir por presumir, ni por aparentar, consumir solo para bien vivir.
Tanto en las empresas, en todas, como en la educación de los consumidores, es donde hay un terreno virgen, inexplorado políticamente.
En primer lugar hemos de entender que las empresas son organizaciones para la satisfacción de necesidades humanas, instituciones productivas de bienes y servicios para dicha satisfacción.
Desde la educación también hay que enseñar a consumir y a etiquetar debidamente los productos y servicios. Educar en el consumo razonable, no consumista.
También los ciudadanos tenemos que modificar nuestro objetivo vital, formamos parte de una sociedad que hemos de construir en favor de todos, no solo de una minoría, por muy dominante y rica que esta sea.
Tenemos que conocer claramente que esas supranacionales y sus poderosos empresarios dependen de todos nosotros, para su irresponsable e indebido enriquecimiento. Por tanto, siendo conscientes es más fácil luchar contra ello, a través del consumo razonable.
Nuestro objetivo inmediato sería democratizar todas las empresas, comenzando de abajo a arriba (nunca al revés, que es donde se pervierte, porque falla la acción) y practicar un consumo sostenible de verdad. La unidad en la lucha empresarial y en el consumo sostenible son fundamentales.
Por tanto, cualquier tipo de acción inteligente en contra de este sistema económico capitalista en colapso final, será buena.
Pero hay que darle sobre todo un enfoque democrático, por el bien común y de todos, nunca de las minorías dominantes y opresoras, contra las que debemos luchar denodadamente, por un destino razonablemente democrático de todos y por nuestro bien común.
La política debería apoyar este tipo de sencillas acciones en favor de la gente, simplemente porque es dedicarse a formar y por ende transformar la sociedad para las personas, no en favor de los beneficios empresariales y los privilegios de la élite económica dominante.
¡Salud!
¿Cuantos segundos está en la mente del profesional de la sanidad, la dignidad del paciente? ¿Cuantos?
Sería una novedad, que digo, una gran innovación, que en la mente del galeno, por ejemplo, estuviera la dignidad del paciente, un minuto.
En ese minuto, seguro que conseguíamos transparencia en el diagnóstico, un trato amable y cariñoso y, no solo, un dato en la agenda de trabajo, que además fastidia porque es trabajo.
No se incrementa el presupuesto de sanidad que tanto preocupa a los empresarios, no se rebaja el salario de los profesionales sanitarios, ni se perjudica a nadie. Solo mejora el paciente, el enfermo, el sujeto quien precisa la atención.
Qué mejor innovación que pensar cada profesional de la sanidad en la dignidad del paciente, un minuto.
Ponerse en los zapatos del otro ayuda a pensar en la repetida dignidad del paciente y esa actitud fortalecerá el diagnóstico y el tratamiento.
La innovación más eficaz y más barata: pensar un minuto en la dignidad del enfermo.