La enseñanza y la sanidad públicas, tienen un elemento común que las perjudica y desvirtúa, hace en fin, que la gente dude de su bondad: Es la concertación privada, en ambas.
Su existencia debe estar separada para que sea razonable, ética y eficaz, o pública o privada, en estos ámbitos no funciona el concierto.
Tanto los centros concertados en la enseñanza, como los conciertos en la sanidad, perjudican seriamente la marcha de ambas y las saca del carril por donde deberían discurrir.
El mercado solo atiende a quien tiene dinero, no a quien tiene necesidad. Y por esta sencilla razón la enseñanza y la sanidad deben ser públicas exclusivamente, en aras a la dignidad humana.
Además en la sanidad pública hay otro condicionante primordial, que hace descarrilar su buen funcionamiento y es que se permita a los médicos tener consulta privada, además de trabajar en la sanidad pública. Debería ser o uno u otro, como decía inicialmente.
Un elemento que en democracia es crucial para el buen funcionamiento de cualquier institución es la transparencia y esta debería ser ejemplar en las lista de espera, por ejemplo, donde solo debería imperar el criterio médico única y exclusivamente (fuera enchufes, amiguismo y médicos con consulta privada que te cuelan) Si además se consiguiera una transparencia, también ejemplar, en los presupuestos y su aplicación, pues fetén.
La productividad, la rentabilidad y mucho menos la competitividad,
tanto en la enseñanza, como en la sanidad, no significan nada, no
pueden aplicarse criterios crematísticos, en todo caso económicos y
contables y para una gestión eficaz del gasto y análisis de resultados, con transparencia máxima;
hay que medir para controlar, la calidad de vida y bienestar social, ni
la competitividad ni la rentabilidad. Y los presupuestos ajustados a los
resultados de dichos controles y análisis transparentes.