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sábado, 18 de mayo de 2024

Las redes sociales y sus algoritmos, deben ser comunes no privados

   El algoritmo que creó la empresa privada y que maneja las redes sociales, más bien nos pone frente a los que pensamos igual, nos juntan en rebaño, clasificados por ideología, preferencias, gustos o simpatías.

El algoritmo no tiene porqué ser privado

   Quizás si lo hubiese creado el común, que no lo público (que no son lo mismo aunque se parecen) nos habrían puesto además frente al distinto, al opuesto o al contrario, ante un mismo y puntual tema o ámbito temático en busca, sin clasificarnos por las ideas preferencias, simpatías o gustos. 

   La primera opción clasificatoria nos aísla entre iguales, impidiendo que el diálogo con el distinto nos enriquezca, amplíe nuestros horizontes de conocimiento del otro y de nosotros mismos por comparación. 

   Pasa lo mismo con la enseñanza privada y la pública, la primera te junta a los iguales, la segunda con los distintos, diversos, con lo que el conocimiento por comparación mencionado existe solo en ésta última.

   Por otra parte la empresa privada que maneja el algoritmo de las redes sociales, nos quiere para que compremos, para mercar con nosotros y nuestros datos y en fin, para dirigirnos mediante la segmentación de gustos, ideas, preferencias y simpatías. Es decir, nos adoctrinan de manera interesada, igual que hace la escuela privada. 

Cambiar el objeto de las redes sociales

    Hay que cambiar el objetivo del algoritmo, creando redes sociales desde lo común, mejor que desde lo público, para que al igual que en la enseñanza, no nos lleven a su particular doctrina.

   En lugar de fomentar la emprendeduría (para que todos seamos empresarios) y la digitalización, deberían facilitar (aquí sí) desde lo público (Administración del Estado) las herramientas necesarias para crear redes sociales comunes, no privadas y que desde lo común se implementaran de la manera que asambleariamente decidiera este común.

   Parece complicado así dicho en frio, pero sería realmente innovador y establecería una competencia con las redes sociales privadas, que tanto gustaría al "mercado libre" que preconizan los de lo privado.

   En fin, que necesitamos redes comunes sociales, al igual que necesitamos banca pública, donde no nos dirija el algoritmo o la empresa privada que está detrás, sino lo común, todos y cada uno de nosotros, en diálogo abierto, simplemente con los límites de la buena educación y la ética, límites de los que no hacen gala algunos políticos que nos dirigen.

   Se evitaría la venta de datos de los usuarios y su utilización torticera si esas redes estuvieran controladas por lo público, bajo las directrices asamblearias de lo común. Y la utilización de ellos solo sería para fines comunes no privados.

   Se fomentaría más la cultura y menos los baratos populismos que embrutecen más que educan, desde auténticos valores humanos no valores mercantiles puros y duros, que son los que ahora nos manejan. Esta sería claramente otra forma de lucha contra el sistema económico hegemónico que nos acabará matando a todos, si antes no acabamos con él.

domingo, 7 de enero de 2024

¿Es hora de quitar el límite a los bonus de los banqueros?

 El artículo de igual título en El Comercio del domingo día 7 de enero del recién estrenado año 2024, viene a decirnos que en honor a la libertad de empresa, similar a la de mercado. NO, no se debe poner límite a esta tropelía.

No, porque atenta contra el neoliberal principio citado. Lo que es la economía en sí, no importa tanto, lo importante es la libertad de empresa, donde nadie debe intervenir. La inmaculada libertad de empresa.

Los directivos de la banca, siempre y cuando aumenten convenientemente los dividendos de las acciones del mismo, van a ganar lo que le de la gana al consejo de administración del mismo. Sin límite alguno, claro está.

Cierto es que la profesora explica la rotunda negación inicial y comienza a razonar como tal, al analizar que la digitalización bancaria solo produce beneficios a la propia entidad, que cierra oficinas y despide empleados para rebajar costes y hace que los clientes hagan su trabajo y además les cobra por ello, abandonando a los analfabetos digitales, gente mayor o poco preparada para esta novedad digital, sin importarles un pijo. Lo primero el beneficio empresarial y luego las personas.

Esto no es economía, es crematística ¡coño! Al menos no nos engañen con la puta denominación torticeramente utilizada.  Esa actitud empresarial no entra en los límites de la economía, sino como digo, de la crematística pura y dura.

Esa banca que defiende la señora Botín y critica la profesora no es sostenible, es más con tal calificativo desvirtuaríamos el significado de sostenible.

Además, si existe un SMI: Salario Mínimo Interprofesional, porqué no ha de existir el SMxI: Salario Máximo Interprofesional.

El sistema financiero, debería estar al servicio de la empresa, pero nunca siendo un negocio en si mismo, si no para apoyar el desarrollo empresarial, cooperativista o de cualquier otra forma jurídica de la entidad, que produzca bienes o servicios para la sociedad donde la empresa pública o privada radique y no para la pura obtención de beneficio empresarial.

En España además, agravada la cuestión porque no existe banca pública, donde acudir ordenadamente por financiación precisa para ciertos sectores, sin pasar por el escarnio económico que produce hacerlo a través de la banca privada, porque tienen un oligopolio que debería ser un servicio público y se aprovechan de esa facultad regalada, de forma abusiva.

Esta aberración conceptual, aceptada por todo el mundo económico, es lo mismo de  absurda y malvada que concebir el dinero como un fin. Cuando es un medio de pago, de intercambio, eficaz, pero un simple medio, no un fin. Economía.